Para muchos, los edificios son siempre inmutables, hechos parar perdurar y destinados a sobrevivirnos. Sin embargo, existe una arquitectura que nace con fecha de caducidad; concebida tan solo para cubrir las necesidades de un momento concreto. Un verdadero laboratorio conceptual y técnico en el que se prueban las tendencias, materiales y tecnologías que definirán los edificios del futuro. ¿Quieres saber más?
Con sus inicios en la escenografía de los teatros griegos, las estructuras temporales han sido una constante en la historia de la humanidad. Pero, sin lugar a dudas, nuestro referente más cercano son las exposiciones universales, desde mediados del siglo XIX hasta la actualidad. Muchos de los arquitectos e ingenieros más célebres han creado pabellones con vocación temporal que han resultado ser iconos de sus respectivas ciudades, algunos tan famosos como la torre Eiffel en París, o el reconstruido Pabellón Alemán de Mies Van der Rohe en Barcelona.
Por otro lado, las características típicas de la arquitectura efímera, como su construcción mediante piezas prefabricadas y generalmente modulares, han comenzado a aplicarse recientemente a la arquitectura residencial. La necesidad de ahorrar tiempo y dinero inherente a una construcción determinada por su corta vida ha sido fundamental para abaratar los costes y disminuir los plazos de obra en muchas viviendas actuales. Esto, que puede parecer una simple cuestión de productividad, ha resultado crucial en situaciones de emergencia natural, o social, como bien hemos visto en los trabajos de los Pritzker Shigeru Ban y Alejandro Aravena, respectivamente.
En cualquier caso, estamos ante un tipo de arquitectura que engloba las más distintas perspectivas, desde la puramente artística, hasta la más práctica. A continuación, te proponemos algunos ejemplos para intentar conformar una panorámica lo más abarcadora posible. Vamos a verlos:
En una Francia asolada por la posguerra, el Ministerio de Reconstrucción y Urbanismo confió a Prouvé la creación de viviendas de acero fabricadas en serie, diseñadas para montarse y desmontarse entre dos operarios. Sin embargo, el célebre herrero quiso llegar más lejos y, gracias a un sistema de construcción de elementos modulares, a partir de solo dos modelos (8×8 metros y 8×12 metros), las viviendas podían personalizarse según la configuración de puertas y ventanas. Además, los muros autoportantes contaban con un aislamiento muy superior al requerido, hasta tal punto que su calidad general ha permitido a algunas unidades llegar hasta hoy habitadas y en perfecto estado. La otra cara de la moneda la encontramos en su coste, superior en su momento al de otras viviendas construidas por métodos tradicionales. Tal vez, por este motivo, el gobierno francés solo adquirió 25, aunque hoy están consideradas un prodigio de ingeniería avanzado a su tiempo. Si quieres investigar un poco, en este post te recomendamos un libro estupendo.
Creada por el Pritzker japonés para dar cobijo a los supervivientes del terremoto de Kobe en 1995, sus viviendas de cartón han sido claves en otras dos situaciones de emergencia, en Turquía en 2000 y en la India en 2001. Cada unidad se levanta sobre cajas de refresco rellenadas con arena y sus paredes de cartón imprimado de parafina son aislantes e impermeables. Por otro lado, el techo de lona permite movilidad para la ventilación según el clima y están pensadas para poder ser montadas por los propios afectados en apenas 10 horas.
En 1932, el gobierno de la Segunda República, en un intento por modernizar la arquitectura española, creó el Grupo de Artistas y Técnicos Españoles para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea. Integrado por la vanguardia del panorama arquitectónico nacional, el GATEPAC importó a España los preceptos del movimiento moderno y lo hizo con maravillosos ejemplos como La Casa Bloc, de Josep Lluís Sert, discípulo de Le Corbusier y coautor de este prototipo de vivienda mínima. Un concepto que nos recuerda al refugio de su maestro en la Costa Azul. Por desgracia, el proyecto resultó ser un fracaso y las pocas unidades construidas se destinaron a oficinas portátiles e incluso a sala de espera del aeropuerto del Prat, paralizado a la espera de una ampliación que no llegaba. Un cambio de rumbo que, no obstante, nos acerca a un uso prematuro de este tipo de construcciones modulares prefabricadas como casetas de obra, o instalaciones provisionales para suplir las carencias en edificios públicos. Muchas veces las circunstancias nos descubren que las construcciones tienen una utilidad muy distinta de la original. Como curiosidad, en 2002, con motivo del centenario del nacimiento de Sert, una de sus casas desmontables, volvió a la vida en la Barcelona del siglo XXI.
Todos los años, la Serpentine Gallery de Londres encarga a un arquitecto el diseño de un pabellón situado en los jardines del recinto. Desde el año 2000, cada verano se instala una pequeña obra maestra de arquitectura contemporánea destinada a acoger conferencias, debates y proyecciones hasta la llegada del otoño. Sobre su césped, solo se permiten arquitectos sin proyectos en el Reino Unido; una lista que deja nombres como Zaha Hadid, Oscar Niemeyer, Álvaro Siza, Jean Nouvel, o Bjarke Ingels. Los diseños de este pabellón son proyectos únicos que, pese a que su breve y efímera existencia, logran convertirse en auténticos referentes.