Del 2 de octubre al 12 de enero, el museo del ICO acoge una exposición que nos ha fascinado: “Imaginando la casa mediterránea: España e Italia en los años 50”. Una retrospectiva que nos permite viajar al segundo despertar de la arquitectura española; la revolución de los pioneros del racionalismo español que aunaron fuerzas con sus homólogos italianos para crear una arquitectura de luz frente al mar.
Con gran parte de los mejores arquitectos españoles exiliados y otros reconvertidos al neoherreriano -como el fantástico Luis Gutiérrez Soto- la relación de los “supervivientes” con los grandes arquitectos italianos consiguió recuperar el espíritu de vanguardia que inició en los años 30 el GATEPAC. Así, junto a nombres ya célebres como Coderch, o Bonet i Castellana, encontramos a figuras tan relevantes como Ponti, o Sartoris. El resultado fue un soplo de aire fresco en un panorama arquitectónico muy alejado de las tendencias internacionales.
Con Cadaqués como laboratorio arquitectónico y la poderosa revista DOMUS de Ponti como caja de resonancia, Coderch asumió las funciones de corresponsal y mostró al mundo que no todos los arquitectos españoles seguían la línea marcada por la dictadura.
La fusión entre los preceptos del movimiento moderno y la arquitectura tradicional da lugar a un estilo propio, en el que lo vernacular y lo global funcionan en una sola dirección: el Mediterráneo. Una cultura que trasciende fronteras y que nos hermana a través de un clima, unas costumbres y una orografía que dan lugar a un acervo arquitectónico propio. Una personalidad inconfundible que descubrimos navegando por las fotografías de maestros como Catalá-Roca, o Giorgio Casali.
Además, también podemos disfrutar de una gran selección de bocetos, planos y dibujos de los arquitectos, publicaciones de época y, sobre todo, material inédito del archivo Coderch, recientemente donado por la familia al Museo Reina Sofía. En definitiva, una cita imprescindible para conocer una visión de la arquitectura que revolucionó el panorama nacional poniendo en valor el paisaje como un elemento fundamental en cada proyecto.
Y, como nos ha gustado tanto, no queremos despedirnos sin hablaros un poco de nuestras casas mediterráneas favoritas. Algunas, como la Casa Ugalde, o La Ricarda, ya os las hemos mostrado, pero os dejamos con tres casas que nos han enamorado:
Barba Corsini proyectó en 1957 esta casa cuyos volúmenes y materiales generan una sensación casi escultórica. Un muro de piedra de Cadaqués cierra la vivienda y la dota de privacidad, excepto en la fachada principal, que se abre a dos calas de la Costa Brava con ventanas de suelo a techo.
De vuelta al muro de piedra, además de dotar al conjunto de ciertas reminiscencias de Frank Lloyd Right, también sirve de protección contra los fuertes vientos de la zona, aunque se interrumpe antes de tocar con la cubierta. De esta manera, se aligera visualmente el conjunto, se potencia la luminosidad y se crea una ilusión de continuidad espacial. Algo que se incrementa gracias a las dos únicas aberturas del muro en el salón y en uno de los dormitorios, practicadas para disfrutar de las espectaculares vistas.
Como curiosidad, tras este proyecto, Corsini quedó tan impresionado por la belleza del entorno, que acabó proyectando y construyendo en la zona una casa para sí mismo.
En un principio se trata “solo” de una ampliación, pero supuso una transformación completa de la vivienda, que se transformó en una obra de vanguardia. La honestidad de los materiales y la aparente simplicidad compositiva generan una fachada singular y logran incorporar una terraza-jardín a modo de atalaya sobre la costa.
La casa Julià es quizás un de los mejores ejemplos de esta exposición. Sus arquitectos, discípulos de Coderch, siguieron la línea de los materiales locales e incluso optaron por una cubierta de teja. Sin embargo, nada más ver la planta pentagonal y la división de los espacios, se observa la vanguardista disposición en abanico de las estancias, de manera que todas gozan de unas vistas privilegiadas sobre el pueblo y la costa.
Su aparente sencillez esconde un profundo estudio de los arquitectos para optar por un diseño no ortogonal, que favorece la plasticidad de la vivienda. Asimismo, el porche que extiende el tejado guarda la forma pentagonal y genera una conexión exterior de la fachada, al tiempo que prologa los espacios interiores hacía el maravilloso paisaje sobre el que queda suspendida.
Foto: Filippo Poli, Salva Lopez, Victoria Gil, ACM-EPFL, Catalá-Roca, Elara Fritz Walden, Pinterest, Arxiusarquitectura, Metalocus, Docomomoiberico.