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Archilovers

César Manrique, la arquitectura natural

Claude Monet dijo aquello de “Mi jardín es mi más bella obra de arte”, una afirmación que seguramente compartiría el polifacético César Manrique. Su trayectoria multidisciplinar, como pintor y escultor comenzó con los estudios de arquitectura técnica, una relación que marcaría su legado artístico y que hoy, durante el centenario de su muerte, queremos recordar con algunos de sus proyectos más representativos.

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Una unidad del Dymaxion original.

 

Proyectos que tienen un carácter escénico y que, en muchos casos, son una interpretación formal de la naturaleza. Por eso, además de la cita de Monet, queremos describir a Manrique evocando las palabras del primer Pritzker de la historia; el mexicano Luis Barragán: “En el jardín, el arquitecto invita al reino vegetal a colaborar con él”. Será por eso que el controvertido artista canario nunca perdió de vista la arquitectura, a pesar de abandonar la carrera para convertirse en profesor de arte y pintura.

 

Una unidad del Dymaxion original.

 

Una formación que, unida a su forma de entender la arquitectura, otorgó una dimensión paisajística a cada uno de sus trabajos. No se trata de un mural, una escultura, o un edificio, sino de cómo se relaciona cada uno de esos elementos con el entorno. Por ello, cuando utilizamos el término “paisajismo” en relación a las obras de de Manrique, está denominación resulta más que adecuada; su respeto al medio natural, su coherencia en la elección de los materiales y su empeño en mantener y potenciar la orografía de cada una de sus intervenciones son buenos ejemplos de que la arquitectura puede y debe integrarse en el entorno. Entonces la arquitectura es mejor y el paisaje forma parte de un discurso.

 

A continuación, te proponemos un breve repaso a nuestros imprescindibles de César Manrique.

 

El Mirador del Río


 

Durante los 60 y 70, mientras el litoral español sucumbía al auge del urbanismo desarrollista y a la fiebre del turismo de sol y playa, Lanzarote se salvaba de la destrucción. La razón no es otra que la amistad de César Manrique con Fernando Higueras, un encuentro que propició la creación de una arquitectura invisible. En este caso, El Mirador del Rio nace de un idea de Higueras para excavar una serie de viviendas en el risco de Famara. Aunque el proyecto no llegó a materializarse, años después Manrique se inspiró en él para crear junto Eduardo Cáceres una espectacular atalaya subterránea camuflada con piedra volcánica, una cueva artificial de diseño desde la que se domina el estrecho que separa Lanzarote de La Graciosa.

 

Jameos del Agua

 

 

Seguimos en Lanzarote y aprendemos que un “jameo” es la voz guanche para el agujero que ocasiona el hundimiento en la bóveda natural en un túnel volcánico. Precisamente, a partir de estas aberturas naturales, Manrique comenzó en 1966 uno de sus proyectos más reconocidos: el centro de arte, cultura y turismo de Haría, al norte de la isla. Una zona prácticamente virgen que el artista canario quiso respetar al máximo. Así, en la gruta subterránea creó un espacio con una intervención mínima que acoge un gran auditorio, un bar, espacios de exposiciones y todo ello coronado por un gran jardín a modo de oasis sobre la oscura roca volcánica. El resultado no puede ser más espectacular: es arquitectura convertida en naturaleza, o todo lo contrario.

 

Jardín de Cactus

 

Una unidad del Dymaxion original.

 

Manrique obtuvo el Premio Mundial de Ecología y Turismo, una distinción que le define a la perfección. Sus construcciones eran sostenibles antes incluso del concepto de arquitectura sostenible; se integraban en el entorno hasta casi desaparecer y, en algunos casos, llegaban a transformar un paraje degradado para devolverlo a la naturaleza. Ese es el caso del Jardín de Cactus, su última intervención en Lanzarote que transformó una antigua cantera de áridos en un espacio en el que la arquitectura, la escultura y la naturaleza se fusionan hasta configurar un todo.

 

Centro Comercial La Vaguada

 

 

Y ahora nos trasladamos a Madrid y terminamos con el contrapunto a los proyectos que lo hicieron más conocido. Un cambio de rumbo que puede parecer incluso bizarro, pero que demuestra la verdadera visión artística de Manrique. No solo era capaz de crear arquitectura en la naturaleza; también podía convertir la arquitectura en algo natural. Y por eso contaron con él para apaciguar los ánimos de los vecinos del madrileño barrio del Pilar, contrarios a la construcción del primer centro comercial de España. De hecho, el papel esencial del arquitecto José Ángel Rodrigo quedó eclipsado por la presencia y las habilidades mediáticas el artista canario. A pesar de que esta obra, con tintes brutalistas, recibió unas críticas muy negativas tras su inauguración, con el tiempo se ha configurado como un punto de referencia para todo el barrio. Lamentablemente, algunos de los detalles más característicos, como su techo de casetones vistos ideado por Rodrigo, o algunos adornos y fuentes interiores de Manrique desaparecieron en la última reforma de 2002.

 

Fotos: Revista AD, Wikipedia, Twitter, Pinterest, Postcardsfromrebecca, CACTLanzarote.

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