¿Eres de los que saborean taninos y diferencian entre aromas primarios, secundarios y bouquet? ¿O eres de vino tinto, blanco o rosado? ¿Prefieres un joven o te decantas por los reservas? Seas como seas, España es un país con una cultura vinícola que merece la pena conocer.
De hecho, los vinos nacionales están despegando en el mundo entero. A su tradicional calidad, se suma ahora la más alta tecnología en el proceso de elaboración. El resultado es un producto emblemático que necesita una arquitectura de su mismo nivel. Entre las muchas bodegas que han apostado por edificios singulares y representativos, nosotros nos hemos centrado en aquellas que han ido un poco más allá, las bodegas de los premios Pritzker.
Las Bodegas Marqués de Riscal fueron pioneras en aplicar un modelo turístico que ya había demostrado su éxito en Francia. El turismo enológico ofrece una experiencia integral en torno al mundo del vino: un museo de la marca, un centro de investigación y formación, un espacio de vinoterapia, las propias instalaciones de la bodega y, por supuesto, un hotel para alojar a los visitantes. En el caso de Marqués de Riscal, el hotel era el eje en torno al cual giraba toda su Ciudad del Vino, por lo que decidieron confiar en Ghery para su diseño; un diseño que responde a un estilo con identidad propia en la arquitectura contemporánea. Las formas escultóricas que ya vimos en el Guggenheim de Bilbao vuelven a cubrirse de piedra y titanio tintado con las tonalidades del vino. Las cascadas de metal plateado, dorado y rosado se alternan con cristaleras que se adaptan a las formas sinuosas para iluminar un interior desde el que se contempla el fantástico entorno natural.
Sobre una loma, como continuación natural de su cúspide, emerge la estrella de tres puntas proyectada por Foster para las Bodegas Portia. Cada brazo de la estrella funciona como una fase en el proceso de elaboración del vino: una para la fermentación, con sus grandes depósitos visibles, otra para la crianza en barricas y otra más para el envejecimiento en botella. Estas dos últimas se encuentran parcialmente soterradas para generar un clima óptimo de maduración, mientras que la primera se encuentra expuesta a los elementos, con el fin de liberar los gases resultantes de la fermentación. Por otro lado, hasta la cubierta del núcleo central, llegan los caminos que permiten descargar la uva desde el techo. Y, justo debajo, su interior acoge la tienda, la sala de catas, un auditorio y un restaurante. En definitiva, una obra maestra en torno al vino que funciona orgánicamente y proporciona una visión completa de la elaboración y el disfrute de los vinos en la Ribera del Duero.
Aunque no es una bodega propiamente dicha, la tienda de las Bodegas López Heredia merece un capítulo a parte en la arquitectura vinícola española. Lo que en un principio iba a ser una estructura para proteger y ensalzar un antiguo stand modernista se ha convertido en una de las señas de identidad de la marca. Instalado en las bodegas de Viña Tondonia, el edificio de Zaha Hadid fue diseñado el mismo año en que su autora ganó el Pritzker. Sus formas condensan tradición e innovación y, al mismo tiempo, generan un espacio con personalidad propia y respetuoso con el stand original. Según han reconocido en las propias bodegas, La Frasca es solo el inicio de un binomio de vino y arquitectura, un experimento que marca el camino a seguir en el futuro.
Rafael Moneo, navarro de nacimiento es un auténtico apasionado del vino, hasta el punto de dirigir su propia Bodega, La Mejorada. Sin embargo, hoy nos acercaremos hasta las bodegas dirigidas por la familia Chivite, en dónde el Pritzker español partió de cero para crear un espacio en el que el vino recupera el contacto íntimo con la naturaleza. Con este fin, se realizó un exhaustivo estudio previo para el que se catalogaron especies animales y vegetales y se localizaron los cursos de agua. El objetivo era plantar las viñas de manera que su adaptación al terreno y sus condiciones particulares fuera máxima. Gracias a ello, la masa vegetal no se impone al paisaje, sino que fluye con él y se diversifica en variedades adaptadas a cada entorno concreto. Una filosofía que se extendió a las edificaciones, protegidas por un techo de cobre que las camufla y las integra en los tonos del bosque circundante. Un modelo de respeto a la naturaleza que se saborea en sus vinos ecológicos y se observa en cada detalle de un proyecto concebido a la medida del medio ambiente.