Walter Gropius escribió: “Desde el cielo, las cubiertas verdes de las ciudades del futuro parecerán una sucesión interminable de jardines colgantes”. Si con “las ciudades del futuro” se refería a las actuales, podemos decir que Gropius se pasó de optimista. Las cubiertas verdes son prácticamente inexistentes y, desde luego, la sucesión interminable de jardines colgantes ni está ni se la espera.
Sin embargo, los teóricos del movimiento moderno siguieron estudiando el papel de la naturaleza en la arquitectura y, con el advenimiento del brutalismo, la inclusión de elementos naturales en los edificios se convirtió en una constante. Así, aunque muchos asocien este movimiento exclusivamente a la textura del hormigón y a la rotundidad de sus volúmenes, no hay que buscar mucho para encontrar ejemplos que demuestran la importancia de la vegetación en algunos iconos del béton brut.
Es más, ni siquiera tenemos que irnos muy lejos. Hoy os invitamos a acompañarnos a Valencia, Lanzarote, Barcelona y Madrid para perdernos juntos en la jungla, porque, por una vez, la jungla de hormigón es también una selva verde que respira y cambia con las estaciones.
Al arquitecto Antonio Cortés le llevó décadas ver cumplido su sueño de juventud, pero al final lo consiguió y, hoy en día, continúa viviendo entre sus muros. Unos muros que cualquier valenciano puede identificar sin mucho esfuerzo y que se alzan entre Benimaclet y L´Horta Nord. Su estilo es claramente brutalista. Sin lugar a dudas. Tanto que, en 2019, una exposición del Deutsches Architektur Museum lo encumbró como uno de los mejores exponentes de su estilo, aunque pertenezca a un periodo tardío, ya que la primera fase de L’Espai Verd no se entregó hasta 1992.
A la hora de plantear el proyecto, el arquitecto consiguió modificar el Plan General de Ordenación Urbana para girar los edificios 45 grados con respecto a la trama urbana. Todo para lograr una orientación perfecta y asegurar un correcto crecimiento de las plantas, tanto en los jardines, como en la propia estructura. De hecho, para calcularla, se desarrolló un software específico que permitía tener en cuenta la carga adicional de la tierra necesaria para el correcto crecimiento de la vegetación.
En cuanto las viviendas, se partió de dos premisas, debían tener 4 dormitorios y 95 metros cuadrados de jardín, bastante más de lo que ahora tienen los codiciados chalets adosados del extrarradio. Además, su tipología era muy variada, con viviendas en una planta y también dúplex y tríplex, con un estudio en la parte superior. Y, por si fuera poco, el proyecto entero se plantea como un espacio de vida en comunidad, que cuenta con piscina, un pequeño parque, una colina con pinos, un jardín con una fuente que salta de planta en planta e incluso un oratorio aconfesional, orientado a la meditación.
Por último, cabe mencionar que el sueño de su arquitecto no se trató como un proyecto comercial, sino como una cooperativa de personas que buscaban una arquitectura distinta. Un oasis en la ciudad. Y, pese a las malas críticas iniciales y a las opiniones encontradas, vivir hoy en una de sus 108 viviendas es un lujo. No hay nada igual, y tampoco en lo estético, con su variación desde los 5 pisos de altura en la fachada sureste a los 15 de la noroeste. Todo con esa mezcla posmoderna de brutalismo y frontones acristalados, con su inspiración mística y sus soluciones arquitectónicas de vanguardia, con su vocación urbana y su propio hábitat natural.
La gran obra de Higueras en Lanzarote es también uno de sus mayores proyectos. Y, sin embargo, no termina de casar con esa idea tremendamente natural del urbanismo que el gran arquitecto diseñó junto a César Manrique para Lanzarote. No solo por su cercanía al mar, sino también y sobre todo por las dimensiones del edificio, si bien no en altura, ya que el límite eran cinco plantas, sí en la longitud de las tres alas que lo componen.
No obstante, es verdad que el proyecto inicial no era el que se terminó, sino uno más modesto, que formaba parte del plan urbanístico de Higueras para la localidad de Teguise. Así, pese a que Las Salinas fue el primer hotel de 5 estrellas de la isla, debía haber sido de 4 y, aunque sus característicos recorridos internos no habrían sido tan largos, quizás nos habríamos perdido esa profusión de jardines interiores iluminados por la característica luz cenital de Higueras.
Pero, no solo la luz cenital es recurrente; también lo es la inclusión de la naturaleza naciendo del mismo hormigón, blanquísimo en el caso de Las Salinas. Higueras lo explicaba así: “La idea de este hotel surgió al tratar de conjugar un número elevado de habitaciones todas con vistas al mar, con una altura que no sobrepasara las 5 plantas. Esto obliga a grandes recorridos peatonales, que se hacen a través de espacios interiores ajardinados, donde la desnuda potencia estructural del hormigón se humaniza con la vegetación interior”.
A este respecto, si un elemento destaca sobre el resto del proyecto es el gran patio central, un jardín colosal lleno de una naturaleza desbordante donde el agua, tan presente en la obra de Manrique, se materializa en forma de fuentes y estaques. Las primeras aportan el sonido de la corriente constante y los segundos, los reflejos ondulantes sobre la estructura bajo la luz del sol.
En cuanto al exterior, la vegetación reclama la atención para suavizar la repetición de volúmenes, gracias a las grandes jardineras que se disponen entre las terrazas y a lo largo de su base. Una masa verde que tiene su continuación en el paisajismo naturalista de sus jardines, donde las piscina se diseña como una albufera natural que adquiere la tonalidad del mar. Eso sí, luego venía Higueras y decía aquello de que ponía tanta vegetación para que no se viera lo mala que era su arquitectura.
En 1974, Tous y Fargas recibieron el encargo de Banca Catalana para construir la sede del Banco Industrial de Catalunya en el cruce de la Diagonal y la Gran Vía de Carlos III. Una ubicación con tanta visibilidad que la posibilidad de construir un edificio representativo, que fuera también un símbolo para la entidad, era casi una obligación.
La solución de los arquitectos fue apostar por cubrir sus diez plantas de altura con un manto de vegetación. Una apuesta que supuso un esfuerzo técnico sin precedentes. En el fantástico artículo Técnica Verde, Tous y Fargas en la Diagonal de Barcelona, podemos leer una descripción que da idea de la complejidad de optar por una fachada vegetal: “Alrededor de los bloques octogonales existen dos cinturones de jardinera, separadas del edificio por un pasillo de 65cm que tiene una reja metálica en el suelo. Las jardineras están hechas de acero, con una sección trapezoidal de 50cm de ancho por 53cm de alto. El cinturón externo de jardineras está 32cm por encima del cinturón interior, y la separación entre ellos es de 15cm. En su interior inicialmente se colocaron ladrillos para favorecer la evacuación del agua, y una capa de grava volcánica como capa de drenaje. Encima de la capa volcánica se colocó una tela de poliéster, y encima un sustrato que consistía en una mezcla de turba, poliestireno expandido y grava volcánica. En medio del sustrato se introdujo una malla plástica para evitar que las plantas fuesen arrastradas por el viento, y encima del sustrato se colocó una capa de 10cm de grava volcánica.”
El diseño del paisajismo vertical se encargó al afamado jardinero Everest Munné, que introdujo 76 especies para dar vida a los casi 4 kilómetros de jardineras. Una gran masa vegetal que se alimenta mediante un sistema hidropónico desarrollado por los doctores en biología Jordi Aguilà y Xavier Martínez. Gracias a este tipo de cultivo, es posible reducir al mínimo el volumen de las jardineras, ya que el agua de riego, suministrada por goteo, lleva disueltos los nutrientes, de manera que se minimiza el mantenimiento y se elimina prácticamente la difícil labor de renovar el sustrato.
Ahora que apenas hemos atisbado el aspecto más llamativo del edificio, resulta difícil de entender la escasa consideración que ha tenido este proyecto, adelantado a su tiempo y pionero en incluir la vegetación de forma tan masiva. Desde aquí, compartimos nuestro reconocimiento y nuestra recomendación de visitarlo y seguir investigando sobre sus múltiples soluciones constructivas, como, por ejemplo, la inclinación de los cristales para evitar la reverberación interior… Ningún detalle se dejó al azar.
Acabamos con una brevísima mención a uno de nuestros edificios preferidos. Aunque ya nos hemos hablado de Higueras en el Hotel Las Salinas, el archiconocido edificio de Viviendas para el Patronato de Casas Militares en Madrid representa el paradigma del brutalismo ajardinado. En su fachada exterior, las viviendas se separan por grandes jardineras y las propias terrazas se diseñaron para impedir que el ruido del tráfico inundara los interiores. En cuanto la otra fachada, la que no vemos, se abre a un amplio patio interior en el que los bloques se enfrentan, de manera que el paisaje vegetal se cierra sobre sí mismo y genera un entorno protegido de la ciudad, sin dejar de formar parte de ella.
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Referencias Bibliográficas: Hernández Falagán, D. (2019). Técnica verde. Tous y Fargas en la Diagonal de Barcelona. Informes de la Construcción / González Toledo, Noemí (2020). Fernando Higueras y la isla de Lanzarote: planes para la isla utópica de Manrique / García Ovies, Ascensión (2015). El pensamiento creativo de Fernando Higueras / Calleja Molina, Manuel (2020). Naturaleza y Hormigón. Espai Verd.