Ahora que todos sabemos que los franceses se llevan puesta su segunda estrella, te invitamos a dar un paseo por las gradas de los estadios que han protagonizado los mejores momentos del Mundial de Fútbol 2018. Puedes olvidarte del rugido de la afición, coreando himnos y lanzando gritos de aliento. Imagínate en mitad de la noche, solo tú en el centro del campo, con todos los focos encendidos y miles de asientos vacíos. Contempla la enorme estructura que te rodea y, luego, llénala de gente. ¿Qué sientes?
Esa fuerza, esa conciencia colectiva que se genera en cada partido, con todas las mentes sincronizadas en el juego; todas las emociones, los sueños y las derrotas son lo que un estadio es capaz de contener. Quizás por eso, cada vez más, adoptan cierto aspecto de recipiente. Algo que hay que llenar, literal y figuradamente, personas y sensaciones. Una caja monumental que requiere la unión de arquitectura e ingeniería. Todo al servicio del espectáculo en un edificio que nadie mira mientras cumple su cometido. Por ello queremos pararnos y observar. Disfrutar de todo aquello que no vemos cuando los focos lo iluminan.
El arranque y la final del Mundial se han jugado en el estadio de Luzhnikí, o como se llamaba en tiempos de la Unión Soviética, el estadio Central Lenin. Pero, sin duda, los tiempos han cambiado y el viejo edificio de 1957 ha sufrido una serie de actualizaciones que, afortunadamente, no han desvirtuado la sobria belleza de la construcción original. Situado a solo cinco kilómetros del Kremlin, este complejo deportivo ya vivió su época de gloria durante los Juegos Olímpicos de 1980. Un estatus que se ha mantenido gracias a su uso por parte del Spartak de Moscú y cuyas extraordinarias condiciones le han valido la máxima calificación de la UEFA. Una lástima que haya perdido su histórica pista de atletismo para aumentar su capacidad hasta 89.318 espectadores, condición indispensable para convertirse en sede del Mundial. Seguro que los jugadores y aficionados franceses no la han echado de menos.
El estadio de San Petersburgo, situado en la isla que le da nombre, es uno de los más caros del mundo. Su particular estética ha recibido críticas desiguales, desde “obra maestra”, a “nave alienígena” en la antigua capital de los zares. Desde luego, hay que reconocer que las angulosas formas de este moderno templo del fútbol son cuanto menos chocantes en una ciudad de estética afrancesada, cuya principal atracción es una de las mejores pinacotecas del mundo: el Museo del Hermitage. En cualquier caso, merece la pena echar un vistazo al estadio de Krestovski, aunque solo sea porque el proyecto de Kisho Kurokawa ha tardado diez años en materializarse. Sus obras empezaron en 2007 y su inauguración tuvo lugar el verano pasado.
Es posible que por Fisht, no nos venga nada a la cabeza. Pero, ¿y si decimos Sochi? Seguro que el nombre de la sede de los juegos olímpicos de invierno de 2014 nos resulta más familiar. Solo que, entonces, el estadio tenía techo, algo lógico si tenemos en cuenta la climatología rusa. Ahora, por el contrario, podemos verlo a cielo abierto, con su imponente estructura metálica desnuda y suspendida sobre el graderío. Como curiosidad, podemos destacar el impresionante paisaje en el que se sitúa este estadio multiusos: hacia el norte vemos las montañas de Krásnaya Poliana, y, hacia el sur, el Mar Negro, cuyas aguas se reflejan en el muro de vidrio que delimita el recinto. Un verdadero espectáculo, obra de Sport Venue Event Company y Buro Happold, capaz de sacar lo mejor de su maravilloso entorno.
El Estadio Central de Ekaterinburgo nos encanta porque es una metáfora arquitectónica de Rusia. Su pasado soviético de inspiración clásica, presente en la fachada original de 1957, y la revolución tecnológica que podemos ver en la gran remodelación que lo ha transformado para acoger el Mundial de Fútbol. Las formas originales se han respetado por completo, un detalle que dota de personalidad al nuevo conjunto y su altísima cubierta. Su armonía se verá completada precisamente tras la celebración del Mundial, cuando los dos enormes graderíos de los extremos sean retirados.
Este estadio concebido ad hoc para el Mundial de Fútbol comenzó a contruirse en 2014 y el secreto de su espectacularidad reside en el trabajo de ingeniería que lo sustenta. Sus 45.000 asientos se sitúan bajo el mayor techo atirantado de Rusia. Diseñado por GMP Architekten, su graderío oval está rodeado por una estructura entretejida que da al conjunto un aspecto liviano. El contraste perfecto para la imponente estatua femenina que se alza junto al edificio. Todo un espectáculo.
Photos: Dmitry Chistoprudov, El País, Edgar Breshchanov, Dezeen Portada: Zaburdaev