Hace unos meses, os ofrecimos un artículo sobre las Torres de Colón. Lo titulamos Mil proyectos, un edificio y, aparte de repasar la gesta técnica que supuso su construcción, reflexionamos sobre sus constantes remodelaciones y llegamos a una conclusión: el proyecto original era tan bueno, que todo lo demás, enchufe incluido, solo hizo que deslucirlo. Por fortuna, en los proyectos que os traemos hoy no hay drama. De hecho, uno de ellos es también uno de nuestros edificios favoritos y su rehabilitación fue exquisita. Los demás, sencillamente no se han tocado.
Como veréis, este tipo de arquitectura no siempre transmite una imagen liviana y etérea. Es más, como ya os comentamos en el artículo de las Torres de Colón, las construcciones suspendidas están pensadas para estructuras largas y bajas, no altas y estrechas. ¿La razón? Varias, como, por ejemplo, el empuje del viento sobre la fachada y su efecto en un edificio donde las plantas están colgadas; otra, el peso que soportan los tirantes y la cabeza a los que se anclan. Cuantos más pisos colgamos, más tensión soportan ambos. Un caso paradigmático -y una solución- de este problema, es el Standard Bank of South Africa de Johannesburgo, que reparte sus 27 plantas en tres bloques, cada uno pendiente de su propia cabeza.
Pero dejemos el resto del mundo para otro artículo. De momento nos quedamos en España y os invitamos a conocer tres proyectos que representan tres formas de entender la arquitectura suspendida: el Edificio Castelar, en Madrid, y la Torre Collserola y el Media-TIC, en Barcelona
El primero no podía ser otro: uno de nuestros edificios favoritos, la torre que Rafael de La-Hoz Arderius levantó sobre el solar donde se hallaba el palacete del Conde de la Maza. Frente a la sobreexposición de las Torres de Colón el Edificio Castelar se retira de La Castellana, retranqueándose y alzándose sobre una imponente base de travertino. Uno de los dos materiales que determinan la estética del proyecto: los elementos horizontales de mármol y los verticales de vidrio. La piedra y el cristal; casi una abstracción de elementos puros. Lo pesado junto a la tierra, lo inmaterial ascendiendo hacia el cielo, hasta casi hacerlo volar.
Porque esa es la sensación que tenemos al ver el edificio a pie de calle. No es solo el voladizo; verdaderamente parece que el volumen superior se ha despegado del inferior y está desplazándose hacia nosotros, ingrávido y silencioso. El efecto es sencillamente impresionante, pero ¿dónde está el truco? En las Torres de Colón podemos ver los núcleos de hormigón que sostienen las cabezas y cruzan cada planta por el centro, pero, en el Edificio Castelar, no hay un núcleo de hormigón central. ¿Entonces?
Muy pocos han visto el edificio desde su parte trasera, pero a muchos de los que sí lo hemos visto se nos ha caído el mito… por unos segundos. No podemos deciros si se trata del contraste entre la belleza de la fachada principal y la dura funcionalidad de su opuesta; o simplemente es la magia desvelada, la explicación de la ilusión, lo que desluce la impresión que provoca ver el soporte de la estructura. Eso sí, dura poco, porque el truco es de una audacia genial: el núcleo de hormigón del Edificio Castelar no está en el centro, sino en su fachada trasera. Por tanto, estamos ante una estructura suspendida en pescante, es decir, colgada desde un lateral, lo que, aparte de ser reto enorme en términos de ingeniería, permite construir cada planta sin tabiques, sin pilares y casi completamente diáfana.
La historia del Castelar se remonta al año 1974, cuando el Banco Coca se lo encargó a De La-Hoz y a Gerardo Olivares para acoger la sede central de la entidad. Sin embargo, el Banco Coca fue absorbido por Banesto, que decidió confiar en los arquitectos y terminar el edificio para venderlo y cubrir parte del enorme sobreprecio que le había costado la operación. Para los morbosos, entre medias hay juicios y una condena a Ignacio Coca por falsedad documental que termina con su suicidio en 1986. Justo el año en que se finalizó el edificio. Desde entonces ha pasado por varias empresas y tras una fría acogida inicial, el tiempo lo ha consolidado como uno de los mejores edificios de la capital.
Rafael de La-Hoz Castanys, que acometió el proyecto de rehabilitación integral en 2010, hablaba así en Arquitectura y empresa de la torre diseñada por su padre: “Fue un carísimo experimento tecnológico y hay que entender que un prototipo nunca es rentable, necesitas un mecenas como Coca, un amante del arte. La idea era crear un prisma de cristal que flotase como un farolillo gigantesco. En un alarde, los 18 pisos se sujetan a un sólo brazo de hormigón que ni siquiera está en el centro del edificio, sino más atrás, para que el 85% del suelo quede suspendido sobre el aire. Luego, para colocar la fachada sin fastidiar el efecto, el arquitecto la colgó de tirantes: tan sólo 24 cables, tan finos que cada uno cabe dentro de un puño”.
Y seguía: “Quedaba un problema: un edificio de cristal en una ciudad soleada es un horno o, más bien, un invernadero. Imaginen un coche con las ventanas cerradas, dentro hace un calor tremendo, pero al otro lado del coche, la luz filtrada ya no calienta. Con esa idea, mi padre atrapó el calor del sol en una doble piel de cristal que sólo dejaba pasar al interior la luz fría. Si quería ser consecuente sólo podía usar vidrio para sujetarlo… ¿Pilares de cristal? Parece una contradicción de términos, pero es lo que consiguió el arquitecto tras años de investigación. Aún hoy, este vidrio con función estructural es una excentricidad, una hazaña de ingeniería”. Una excentricidad sublime, añadimos nosotros. Una obra de arte atemporal, valiente y, afortunadamente, conservada tal cual la diseñaron sus arquitectos.
Corría 1988 y Barcelona se preparaba para ser sede olímpica en 1992. Entre los muchos requerimientos que comporta celebrar unas olimpiadas, uno de los principales consiste en hacer llegar los juegos olímpicos al resto del mundo. Para conseguirlo, había dos opciones: destrozar el perfil del Tibidabo con un bosque de antenas, o coordinar a todos los medios interesados y construir una única torre de comunicaciones que, además, fuera un icono tecnológico para la ciudad. El ayuntamiento lo tuvo claro y fue Norman Foster, de la mano de Televisión Española, TV3 y Telefónica, el encargado de conseguirlo. Y lo consiguió.
Con 288 metros de altura, la Torre Collserola es la estructura más alta de Barcelona y su concepto partió de mezclar el pie de hormigón típico de las torres de telecomunicaciones y las estructuras metálicas atirantadas propias de las antenas de radiodifusión. Así, el fuste de hormigón, de solo 4,5 metros de diámetro y 205 de altura, se combina con un mástil de acero de 38 metros y un remate de 45 metros de celosía. En cuanto a las 12 plantas que alojan los equipos técnicos y el mirador público, se encuentran suspendidas a 85 metros de altura, con el núcleo de hormigón en el centro de sus 400 metros cuadrados. En sus vértices, tres tirantes cargan su peso en el fuste y otros tres lo anclan al suelo.
Si las Torres de Colón llamaron la atención por construirse “de arriba abajo”, la Torre Collserola llamó la atención por lo contrario. La estructura de 12 plantas de la que os acabamos de hablar se ensambló en el suelo, en torno al mástil, y luego, como si fuera una vela, se alzó hasta ocupar el lugar en el que hoy la podemos ver. Como curiosidad, os contamos que, si se hubiera optado por una torre de comunicaciones de hormigón convencional, para obtener la misma altura, hubiera sido necesaria una base de 25 metros de diámetros. Los 4,5 de la actual no es solo un hito de la ingeniería, también es una manera de reducir al máximo el impacto de su implantación en un entorno de gran valor natural. Espectacularidad responsable.
.Para terminar nuestro top 3, nos quedamos en Barcelona y nos acercamos al Media-TIC, un espectacular edificio diseñado para ser un punto de encuentro y un foro de intercambio de información entre las instituciones y las empresas del sector audiovisual catalán. Para cumplir con una función tan ambiciosa, los arquitectos de Cloud 9 plantearon un proyecto con distintos espacios con los que cubrir distintas funciones, como la Casa de las TIC, o la Incubadora media-TIC. Múltiples caras de un mismo concepto que, para logar esa sensación de ágora o plaza pública, necesitaba disponer de superficies diáfanas, capaces de adaptarse a las necesidades cambiantes de los eventos que iban a acoger. Un planteamiento que encaja a la perfección con las posibilidades que ofrece la arquitectura suspendida.
En este caso, se levantaron cuatro pórticos metálicos a los que se anclaron los tirantes encargados de sostener la plantas del Media-TIC. Una vez dentro, la impresión es de amplitud y cierto aire futurista que se complementa con un exterior estéticamente muy singular, gracias a su color verde y a su piel de EFTE con tres cámaras de aire y una superficie antiadherente que facilita el mantenimiento y controla el soleamiento. Pero nosotros nos quedamos con la fachada nordeste, en donde ser aprecia perfectamente el sistema constructivo y con las dos plantas inferiores, completamente libres de cualquier apoyo o elemento estructural.
FOTOS: Metalocus / Pérez-Llorca / Refuel en Steemit / Enric Ruiz-Geli / Plataforma Arquitectura / ArcH2O / Designbo
TEXTO: Nacho Carratalá.