La gentrificación no es un fenómeno nuevo. De hecho, barrios tan conocidos como el Soho de Nueva York o Malasaña en Madrid son un buen ejemplo de ello pues, durante décadas, han ido evolucionando para transformarse en zonas muy cotizadas tras haber sido un entorno industrial. Vamos a ver qué es la gentrificación y por qué ocurre.
Si analizamos bien la palabra, veremos que gentrificación es una adaptación de la voz anglosajona “gentry”, que significa aristocracia. El término fue acuñado por la socióloga Ruth Glass en 1964 y con él buscaba describir el proceso de cambio social de una área concreta en una ciudad. Dicho todo esto, conviene que expliquemos un poco más acerca de este fenómeno capaz de cambiar la fisonomía de todo un barrio en una sola década.
En este sentido, es habitual que las zonas más deprimidas sean objeto de una gentrificación que tiende a expulsar a sus moradores originarios, debido a la acción de la especulación inmobiliaria o al ingente turismo que genera en el entorno.
Uno de los efectos más inmediatos de la gentrificación es el incremento de los alquileres, que aboca a las economías más modestas a trasladarse hacia otras áreas y dejar la zona libre para que otros –normalmente pertenecientes a una clase socioeconómica más acomodada– se trasladen a ella.
Sucede habitualmente con barrios devaluados que recuperan, de esta manera, parte de su esplendor perdido, pero es cierto que no es un fenómeno que guste a todo el mundo.
Normalmente podemos reconocer que estamos asistiendo a un proceso de gentrificación cuando se dan las siguientes circunstancias:
Lo podemos definir como un proceso lento y gradual, que puede alargarse durante cinco o quince años, como ya observamos en barrios de Madrid como Chueca, La Latina y Malasaña. Todos ellos han visto evolucionar los comercios, restaurantes y el tipo de residente habitual.
También se estima que suceda lo mismo con Tetuán, dada su privilegiada ubicación, entre el Paseo de la Castellana, la Dehesa de la Villa y Chamberí.
No obstante, los expertos han alertado en los últimos años acerca de una nueva tendencia dentro de la gentrificación ligada al turismo, que puede resultar muy peligrosa para la supervivencia social de las ciudades. A este respecto, se teme que se reemplace a la población local por una “no-población” ya que hablamos de turistas que, lógicamente, se encuentran de paso en la ciudad. Por lo tanto, se corre el riesgo de convertir los centros urbanos en una suerte de parques temáticos. Un buen ejemplo lo encontramos en aspectos tan cotidianos como las dificultades que se encuentran a la hora de encontrar un apartamento de alquiler para vivir, porque las viviendas disponibles resultan muy caras y, además, están enfocadas principalmente a los turistas.
En conclusión, la gentrificación es un fenómeno imparable en las grandes ciudades, capaz de revitalizar zonas degradadas y de dinamizar la economía. No obstante, sus efectos positivos no siempre se trasladan por igual a sus habitantes; sobre todo a aquellos vecinos “de toda la vida” y a aquellos otros, en especial familias, que buscan un entorno residencial con servicios públicos y comercio tradicional.