Sin duda, el momento de entrega de las llaves de nuestra nueva vivienda es ilusionante. No obstante, en ocasiones no tardan en llegar los disgustos dado que al poco tiempo de empezar a vivir en ella apreciamos defectos que –hasta ese momento– habían pasado inadvertidos. Te contamos qué son los vicios ocultos de una vivienda.
Quizás hayas escuchado hablar de ellos y ya tengas una cierta noción del concepto. En concreto, has de saber que son aquellos defectos que no se aprecian a simple vista y que difícilmente el comprador es capaz de reparar en ellos. De hecho, se observan en un momento posterior y es entonces cuando los reclamamos.
El desperfecto, además, ha de tener cierta relevancia hasta el punto de impedir el uso natural de la casa. Tanto es así que es posible que el comprador –si hubiese tenido conocimiento de su existencia antes de la compraventa– podría haber renunciado a su adquisición o se hubieran negociado entre ambas partes unas condiciones diferentes.
En concreto, un vicio oculto debe reunir tres requisitos para que pueda ser considerado como tal. Hablamos de los siguientes:
Así, como vicios ocultos más habituales podemos citar los levantamientos de baldosas, la incorrecta impermeabilización de una terraza que produce goteras, o las grietas ocasionadas por un defecto en la cimentación, entre otros.
Si el vendedor desconocía la existencia de estos vicios ocultos en la vivienda puede ofrecer dos alternativas:
En cualquier caso, el comprador debe atenerse a un plazo legal para poder hacerlo. De este modo, la ley determina un periodo de seis meses desde la entrega del bien, pasado el cual su derecho prescribirá y ya no podrá reclamarlo.
Pero si el daño es de tal envergadura que impide que la vivienda sea habitable, excedería lo que se considera un vicio oculto y nos hallaríamos más bien ante un incumplimiento del contrato de compraventa.
En estas situaciones, la ley contempla periodos mucho más largos (hasta cinco años). El comprador podría pedir que disolviera el contrato con el reintegro completo del precio, los gastos e incluso una indemnización por los daños y perjuicios causados.